Recién pasadas las 6 de la mañana el despertador marca el inicio de un día que promete, pero tiene su dificultad, a ver si nada se tuerce. Hoy vamos a visitar la isla de Miyajima, de primeras te suena como a pijama pequeño, pero si miras la foto que acompaña la entrada seguro que lo has visto anteriormente. Pero llegar no va a ser un camino de rosas. Además del madrugón, tenemos que hacer encaje de bolillos con varios transportes y transbordos, sobre todo a la vuelta.
Primero pillamos un tren bala que nos lleva directos a Hiroshima (400kms en hora y media), teníamos los asientos reservados, son cómodos, amplios, reclinables, silenciosos y aprovechamos para descansar. Luego un tren normal, tipo regional en el que una vez más nos apretujamos de pie como sardinillas en lata. Tras media hora de trayecto, nos subimos al ferry que nos dejará en la isla de Miyajima… a nosotros y al resto de la horda, claro.
Entre otras cosas que ahora te cuento, el principal reclamo turístico de la isla es un enorme tori rojo que hay clavado en el agua, pero también tiene varios templos y santuarios tanto a “pie de playa” como subiendo a lo alto de sus montañas, que disponen de una vegetación impresionante de arces, helechos y plantas subtropicales. Nos acercamos por el paseo principal todo lo que podemos al tori, sacamos las fotos de rigor y por el camino nos encontramos unos ciervos que han decidido que la vida comiendo lo que les dan los turistas es mejor que en el bosque y se han bajado a vivir al pueblo.
Paseamos hasta un teleférico que previo pago y cola de 40 minutos nos deja a 1 km de la cima. El tiempo amenaza lluvia y hacemos parada técnica en la cafetería para ver si pasa el nubarrón. No calculamos bien y en cuanto salimos por la puerta de la cafetería rompe a llover. Por suerte la lluvia dura 10 minutos. Iniciamos ascenso, pasamos por un santuario en el que anuncian que tienen una llama del amor que lleva al menos 1200 años sin apagarse… echo un vistazo y no veo instalación de propano ni nada, yo digo que no hay leña en el bosque ese para mantener 1200 años la hoguera en marcha, pero bueno, no les digo nada por no quitarles la ilusión. Llegamos arriba y hay un mirador circular desde el que se ve toda la costa y los criaderos de ostras que son famosas en la zona. Se ve Hiroshima y otras 3 ciudades que no sé escribir. Se ve lo frondoso y bonito que está el bosque con los colores del otoño y, por qué no decirlo, está genial estar en un sitio que no se encuentre tremendamente masificado, que en este viaje no está siendo lo habitual.
Iniciamos el descenso y aunque son solo 3kms, el cansancio acumulado nos pasa factura. A esto súmale un arroz con curry que me cené anoche y que me ha dejado el cuerpo del revés… El camino tiene un desnivel tremendo, 2000 escaleras, arroyos, miradores, santuarios, paisajes de cuento y una naturaleza abrumadora, casi se nos olvida que hace un par de horas íbamos como sardinas en lata en el tren y el ferry.
Una vez abajo, vamos a un restaurante que teníamos apuntado y está cerrado. Nos metemos en uno de la avenida principal, turista borreguera y no está nada mal. Está especializado en okonomiyaki, que es un mezclote importante de ingredientes originario de esa zona de Japón. Abajo, como base tiene una suerte de torta muy fina, supongo que de harina, luego lleva una capa de verduras, fideos (por cierto, en el super hemos visto bocadillos de fideos), soja, carne, salsas.. todo esto lo hace el cocinero en una plancha enorme al lado nuestro, con un par de espátulas y mucho mimo. El personal del restaurante es superamable. Tanto en el restaurante de ayer como en este, bajo las mesas había unas cestas de plástico redondas y grandes, bien podrían ser para la ropa sucia o papeleras, pero no… son para que metas tus pertenencias ahí mientras comes.
Todo muy rico y bastante verdura, así que bien.. salvo por las salsas, a ver como le caen a nuestros cuerpos. De momento, el rato de reposo y llenar la barriga nos dan energía para volver a dar una vuelta por las calles principales, probar uno de los dulces típicos, que tiene forma de hoja de arce y va relleno de un dulce a la elección del comensal… chocolate, manzana, pasta de judías. Vemos muchos puestos de brochetas, brochetas de pollo, brochetas de sepia, mini-pulpos, la verdad es que la comida callejera tiene muy buena pinta, a ver si nos da tiempo a probar más cosas.
Cae el sol y empieza a bajar la marea, nuevas fotos al tori y cruzamos por donde antes había mar y ahora ya no, hasta el otro lado de la playa. Por unos jardines, vemos merodear un tanuki. ¡Un tanuki! Es parecido a un mapache y por estos lugares es un símbolo de buena suerte, aunque en el pasado no era así y tenia fama de ser un ser maligno que podía cambiar de forma para engañarte. Por otro lado, también es famosa la elasticidad de la piel de su escroto. No me mires así, he sacado este dato de internet y casi no he perseguido al pobre bicho para comprobarlo. Iniciamos el camino de vuelta, parece que ahora menos masificado, desandamos el camino realizado. Vuelta al tren de cercanías que nos lleva a Hiroshima, donde tenemos un parón de 1 hora que aprovechamos para comprar algunos víveres para el desayuno de mañana. Vuelta a un tren bala que nos lleva a Osaka, donde nos cambiamos a otro tren bala que nos trae a Kyoto… y al alojamiento cansados pero satisfechos. Una cena de 7 eleven, una llamada a nuestra querida hija y a dormir.
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