Después del palizón de ayer, hoy nos lo tomamos con más calma. Cogemos un autobús (que como viene siendo habitual, va hasta la bandera) y nos plantamos en la zona este de Kyoto para visitar uno de sus templos más famosos: Kiyumizudera. En cuanto enfilamos las calles de subida (está en la ladera de una montaña), empezamos a encontrarnos con gente, gente y más gente. El templo es superbonito y su construcción de maderas ensambladas sin un solo clavo te deja boquiabierto, pero el gentío desmerece un poco la visita.
Continuamos por las famosas calles Sannenzada y Ninenzaka, donde también se acumulan los turistas, aunque poco a poco se van esparciendo. Encontramos un Starbucks (aquí hay uno en cada esquina, es increíble lo que les gustan a esta gente) ubicado en una antigua vivienda del periodo Edo, muy curioso. Visitamos la pagoda Yasaka y, de camino, vemos asomar a lo lejos, en la ladera de un monte, un pedazo de buda de piedra gigantesco. Para allá que vamos.
De camino, encontramos muchos turistas que alquilan kimonos y se disfrazan para hacerse fotos por la zona. No sé si me parece gracioso, hortera o qué… Pero además, nos encontramos con una geisha en una sesión de fotos con un señor. Bueno, nosotros creemos que es una geisha porque va a ataviada como tal, pintada de blanco, con ese peinado tan característico.
De camino al buda enorme, pasamos por otro templo y, por fin, me atrevo a preguntarle a un señor si me haría un goshuin en mi libreta. Los goshuin son sellos y caligrafías que hace un artesano en cada templo y hay mucha gente que los colecciona, pero para ello existen unas libretas especiales con papel grueso. Le enseño al señor mi libreta (de hojas muy finas) y con una sonrisa enorme coge su pincel y se pone a trabajar. Emoción máxima.
Con mi libreta abierta en la mano que tarda más de 15 minutos en secarse, llegamos al templo del buda gigante. Nos hacemos unas fotos, lo rodeamos y hasta nos metemos dentro.
Se nos ha hecho la hora de comer y decidimos probar un nuevo plato: el tonkatsu. Básicamente, consiste en cerdo rebozado, pero hemos visto recomendado un restaurante donde lo hacen especial. El sitio es el más limpio de todos los que hemos visitado y la comida es de calidad excelente. Al principio, no nos entusiasma demasiado, pero conforme nos van poniendo más cosas (cerdo, champiñones, batata, pollo y el broche final: el huevo premium) acabamos encantados y al completo.
Pasamos la sobremesa caminando por la zona comercial de Kawaramachi. Alucinamos con la cantidad de centros comerciales, tiendas y restaurantes que hay aquí. Hacemos unas compras y nos paramos a descansar y a calentarnos con un café calentito en un Starbucks con vistas al río. Hoy han bajado bastante las temperaturas y vamos con el abrigo abrochado hasta arriba.
Para culminar el día (no he comentado un pequeño detalle: hoy es mi cumpleaños), cogemos un par de trenes para visitar, esta vez de noche, el impresionante Fushimi Inari, ese camino de 4000 toris por la montaña que recorrimos el primer día junto a otros cientos de miles de turistas. Todo un acierto, oiga, porque, aunque hay gente, podemos disfrutarlo mucho más tranquilos. Incluso nos quedamos solos durante algunos minutos en algunos tramos. Ha sido la guinda perfecta para mi pastel de cumpleaños.
Comments are closed.