Hoy, igual que ayer, nos hemos propuesto tomarnos el día con calma. El cansancio se acumula y tenemos las piernas bastante cansadas. Merche ha preparado un recorrido en tren por la montaña, pero para llegar hasta él tenemos que recorrer media ciudad, que no es pequeña. Salimos del hotel y nos subimos en una guagua / bus, petadísima de gente, durante 40 minutos. Un pequeño paseo hasta la estación del trenecito que nos sube montaña arriba hasta una estación intermedia. Cuando llegamos arriba, nos recibe una estatua de un señor con una nariz tremenda. Rollo pinocho, pero de color rojo, enfadao y con un bigotaco blanco, bastante aterrador. Seguro que a los niños les encanta. Creo que se llaman Daitengu.
Breve paseo por la montaña, fotos a la ciudad y volvemos a bajar. Ahora en la misma estación cambiamos de ruta y de tren. El tranvía que viene es chulísimo. Tiene el frontal en forma circular, las ventanas son ovaladas y los asientos modernos y futuristas. Una pasada que apenas se puede disfrutar de lo petado que va, pero por suerte en el viaje de vuelta hacemos un tramo casi solos.
Este tranvía nos lleva a la estación base del monte Hiei, a donde subimos con un teleférico más viejo que las sandalias de cristo. Nos acabamos de bajar de un tranvía que parece de película y nos subimos en un teleférico que poco menos y hay que darle pedales. Así es japón, señora. Qué maja es esta gente: en el tranvía viene un niño pequeño de unos 7 años, con su madre y su abuela y el señor del teleférico se pega media hora saludándole mientras nos alejamos montaña arriba. El ascenso transcurre por un bosque muy frondoso de arces, ginkos y fresnos enormes. De la parte alta de la montaña se puede subir en telecabina aún más arriba y hacer múltiples rutas de senderismo, pero no tenemos las piernas para semejante fiesta. Nos damos una vuelta por la zona, contemplamos las vistas de la ciudad (enorme masa de edificios que se extiende hasta donde llega la vista) y nos volvemos para abajo en el mismo cacharro infernal.
Hemos buscado un restaurante de sushi de esos de cinta transportadora para ir a comer y emprendemos el viaje de vuelta para verlo. Se encuentra cerca del mercado Nishiki. Es un sitio con mucha variedad y precios asequibles.. te sientas en taburetes alrededor de la barra en la que los cocineros están trabajando. Ellos van poniendo las piezas de sushi en platos de distintos colores, los dejan en la cinta transportadora y van pasando por delante de todos los comensales, cada uno va cogiendo el que le apetece. Hay mucha variedad y diversidad de precios. Plato de borde azul es el más barato, plato borde rojo algo más caro, etc… Sin darnos cuenta, sin cerveza y sin haber estado sentados más de 45 minutos nos hemos apretado 10 piezas de sushi cada uno, por 15€.
Damos una vuelta por la zona comercial, visitamos una tienda Hands y una fábrica de farolillos de papel. Me parece un error que no los tengan como souvenir por ningún sitio, se hincharían a vender. Caminamos por un barrio de casas bajas, nos encontramos con una tienda chulísima de mochilas, se llama FREITAG, una pasada. Utilizan lonas viejas de camiones para hacer bolsas y mochilas. Espectacular la idea y la ejecución, una pena seguir necesitando los 2 riñones y el hígado, de lo contrario me habría comprado una.
Llegamos al castillo Nijo y están cerrando, pero damos un paseo por las murallas exteriores.
Queríamos tomarnos el día con calma y así habíamos empezado, pero llevamos ya más de 13km andando, así que de perdidos al río. Nos vamos a ver el bosque de bamboo de Arashiyama por la noche. Nos cuesta algo llegar, pero una vez allí estamos prácticamente solos. Nosotros, la luz de la linterna del móvil y una familia de Tanukis muy curiosos que nos miran con recelo desde la distancia. Les hacemos un poco el mono y al final uno acaba acercándose y lo conseguimos ver desde algo menos de 2 metros. ¿A que tú también pensabas que Super Mario en Super Mario 3 cuando coge una hoja se convierte en un mapache? Pues no, es un Tanuki, que es prácticamente lo mismo pero de por aquí. Ahora sí que tenemos las piernas hechas polvo. Cansados pero contentos y con el contador de las piernas otra vez en los 20km nos vamos al hotel a cenar y descansar.
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