Nos habiamos planeado el día de hoy como tranquilo. Como un mini relax antes de encarar la recta final, que está ya a la vuelta de la esquina.
Pillamos un long tail «de linea» para ir de nuevo a la increible playa de railay (solo se puede acceder mediante barco).
Nos damos un paseo por el interior y vemos de nuevo a los monos campando a sus anchas y haciendo de las suyas. Nos dirijimos a un mirador que hemos leido en internet. Pone que te juegas un poco el tipo, pero que las vistas merecen la pena. Y así es, justo al iniciar la subida hay un cartel indicando que realizas el recorrido por tu cuenta y riesgo, que es peligroso.
El suelo arcilloso está embarrado y una cuerda también embarrada sirve de ayuda para ir salvando los trastos. Una vez arriba un sendero nos conduce al pequeño mirador, con una vista espectacular del entorno.
Tambien hemos leido en internet (gracias a Misa y Bea por el mini portatil que secuestramos en su casa, nos está haciendo un papelón) que en el centro de la montaña que hemos ascendido hay un lago, pero hay que volver a jugarse el tipo para llegar a èl.
Al principio solo nos preocupa no mancharnos de barro, poco a poco, el barro empieza a ser uno con nosotros. Agarra cuerda, rapela, apoya culo en barrizal para no despeñarte… Humedad y calor de la muerte, mosquitos asesinos.. solo falta que se ponga a llover y… concedido, llueve.
El lago es impresionante, las altas montañas o como nosotros los llamamos «mojones» tienen como un crater central lleno de agua dulce y vegetación exuberante.
La vuelta se nos hace un poco cuesta arriba, son 3 horas 45 de esfuerzo que vamos a pagar con unas buenas agujetas. Pasamos el resto del día en la playa entre guiris, monos y cocoteros, volvemos a nuestro alojamiento al atardecer y aparcamos el longtail hasta mañana.