Hoy nos levantamos puntuales a las 7, con dos despertadores. Tenemos medio día para despedirnos de Bangkok. Dejamos las mochilas y hacemos el check out del hotel. Tal como nos prometimos anoche, volvemos a primera hora al parque Lumpini y la decisión es un gran acierto: en el lago hemos visto 2 tipos de tortugas, unos lagartos monitores que probablemente actuaron como secundarios en Jurasic Park y unos abueletes muy majos haciendo Tai Chi.
Para no repetirnos mucho, no volveremos a decir que el calor es insoportable. En cuanto sales del hotel, empiezas a sudar y no paras hasta que vuelves, da igual de día o de noche, supongo que al final te acostumbras, pero de momento no es nuestro caso.
Hace un calor insoportable… Cogemos el sky train para acercarnos a uno de los klongs que recorren la ciudad.
Un klong es como el trasvase Tajo – Segura, pero lleno de mierda. Unas barcazas largas y estrechas lo van recorriendo y como es muy usado por la gente local allá que vamos nosotros. La experiencia no tiene desperdicio: en una especie de embarcadero se espera la llegada de la barcaza. No hay barandillas, ni escaleras ni medida de seguridad alguna para subirte. La barcaza se acerca, se para lo más cerca posible y la gente salta dentro. Una chica va por los laterales cobrando a los pasajeros agitando un monedero metálico muy caracteristico. Dentro, la única sujeción son unas cuerdas que atraviesan el techo. Una maravilla tecnológica es el sistema antisalpicaduras: los pasajeros disponen de unas anillas atadas mediante cuerdas a unas lonas laterales, hay un gancho en el techo de la barca que actua como polea. Cuando viene un barco de frente que salpica, tiras de la anilla y la lona sube, evitando que te conviertas en zombi, o mueras de asco por las aguas contaminadas.
Visitamos un par de templos, hace un calor insoportable que está minando nuestros ánimos. Entre templo y templo, nos colamos en el museo de arte moderno sólo para disfrutar de 5 minutos de aire acondicionado, eso si que es arte.
Tal como teníamos planeado, llegamos sobre las 13 a la conocida calle de los mochileros, Khao San Road. Cientos de puestos abarrotan ambas aceras, todos tienen algo que ofrecer si tienes bahts para comprarlo. En un callejón cercano, vemos un garito que no tiene mala pinta y nos metemos de cabeza. Lloramos de alegría: tiene aire acondicionado. Nos deleitamos con una nueva comida tailandesa: por fin probamos el plato nacional, Pad Thai, y pollo frito con verduras y arroz.
Salimos a la calle y está lloviendo, lo que hace que la temperatura descienda… pues casi nada. Damos un paseo hasta el embarcadero del río para volver al hotel a recoger nuestras maletas para dirigirnos a nuestro nuevo destino, Chiang mai.
Decidimos coger un taxi para ir al aeropuerto y resulta ser una odisea:
El aeropuerto desde el que sale nuestro vuelo esta situado aproximadamente 30 km de la ciudad. Empezamos a parar taxis y algunos ni tan siquieran quieren llevarnos alli, otros nos piden importes desorbitados por el viaje… por fín, encontramos uno que nos ofrece llevarnos por un importe medio decente, echamos los trastos al coche y nos ponemos en marcha, el taxi gira la primera calle a la izquierda, de nuevo a la izquierda y el tipo se para y nos dice mediante señas que nos bajemos.
Hemos tardado casi hora y media en recorrer los 30 km (en otro taxi, claro), para que os hagais una idea de como está el tráfico por aquí.
Mañana tenemos algo sorprendente que enseñaros, no os lo perdais!
[…] Nosotros utilizamos el Khlong Saen Seap para ir al Golden Mount, te lo contamos en esta entrada de nuestro diario. […]